El patriarcado y su ceguera crónica



Este 8 de marzo pasará a la historia no por ser el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”, esa jornada tan cara a las mujeres de todo el mundo, esa jornada de lucha, de reivindicación de todo cuanto aún nos queda por conquistar, de recuerdo de la sangre, el sudor y las lágrimas de tantas y tantas mujeres que nos han precedido, sino, simplemente, por ser el día previo a las elecciones de 2008.
Una vez más, los políticos (y las políticas, cuyas voces en contra tampoco se han oído), nos demuestran que el patriarcado, desgraciadamente, continúa gozando de buena salud, aunque desde luego, para mi gusto, de muy poca visión integral de la realidad.
De lo contrario, habrían reparado, alguien habría reparado, en el hecho de que el día anterior al “día d”, la famosa jornada de reflexión, se correspondía nada más ni nada menos, con el día en que las mujeres salimos a la calle para reclamar, para recordar, para hacer oír nuestras veces, para intentar hacernos un poco más visibles.
Es cuanto menos llamativo, que nadie haya reparado, teniendo en cuenta la afluencia masiva de nuestro género en los medios de comunicación (siempre por motivos lamentables), después de la ofensiva de los sectores más retrógrados contra los avances en la conquista de derechos sobre nuestro propio cuerpo, después de un recrudecimiento descarnado de la violencia machista, que nadie haya reparado que nos iban a arrebatar también el 8 de marzo.
Seguro que el cronograma electoral podía haber sido otro, una semana antes, una después, lo mismo da, pero era más sencillo demostrarnos una vez más cuan poco nos tienen en cuenta.
Eso si, en el recuento electoral contamos, y con lo que nos ha costado votar, es muy importante que lo hagamos con firmeza y teniendo en cuenta a quienes nos tienen en cuenta. O en todo caso, que nuestro voto, que no dudo será mayoritariamente de progreso, sea también un voto crítico, no un cheque en blanco; sea un voto que reclame y exija cuentas cuando las promesas previas no se materialicen.
Por cierto, a ver si los servicios sociales se hacen cargo de “Viqui”, la niña de Rajoy, que parece abocada a una esquizofrenia inevitable, entre las sacudidas de la realidad cotidiana, que es la que es, y los delirios del patriarcado que le auguran un futuro tan maravilloso como inalcanzable, mientras se continúe pensando sólo en masculino.

Luz Darriba